"De ti depende el viaje o la zozobra,
su pesca o su destino, la distancia que logre..."

"Sphinx Embedded in the Sand"

Salvador Dalí

 

 

 

Reseña biográfica


Poeta, ensayista y novelista  hispano-argentino nacido en Buenos Aires en 1977.
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ha impartido clases de literatura hispanoamericana
en la misma universidad, es columnista de importantes diarios españoles y latinoamericanos, y autor de guiones para
tiras cómicas del periódico Ideal. Es también autor del libro de aforismos El equilibrista 2005, y de la colección
de haikus: "Alfileres de luz" 1999, Premio García Lorca, en colaboración con Ramón Repiso.
Su obra poética está contenida en los siguientes volúmenes: "Métodos de la noche" 1998, Premio Antonio Carvajal;
"El jugador de billar" 2000; "El tobogán" 2002, Premio Hiperión; "La canción del antílope" 2003, "Gotas negras" 2003;
"Sonetos del extraño" 2007; "Mística abajo" 2008 y "Década", poesía 1997-2007.
Entre los premios obtenidos, sobresalen el Premio Alfaguara y el Premio Nacional de la Crítica en 2010.          ©



 

De "Métodos de la noche" 1997-1998
Canción del insomne
La noche entre paréntesis
Monólogo a dos voces
Ropajes

De "El tobogán" 1998-2001
Claudia en la Biblioteca
Las orillas
Líneas aéreas

De "Mística abajo" 2001-2007
Casa fugaz
Elogio del minuto
Principio de la carne
Reloj de mar
Vaivén de gracias

Otros poemas
Ahora que no estoy...
Aquellos dedos tuyos...
En la línea lejana del deseo...
Se parece a bucear, no tengas miedo...
Te pesan las costillas y la nuca...
Y que rápido vamos...

Haikus

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Poesía sensual

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De "Métodos de la noche" 1997-1998

Canción del insomne

Todo se vuelve oscuro
y es mentira la luz que nadie ve.
Nos deslumbran, nos ciegan.
Un café.
Es lo que necesito.
No es la sed.
Podré tocar la noche
y no temer su beso de una vez.
Que acudan otros héroes a los sueños:
yo prefiero quemar la lucidez
mientras duren mis párpados. Café.

* * * * *

La noche entre paréntesis

                                                         Para Bur

La noche entre paréntesis
y su adictivo roce
bastaron para hacerme conocer
el ansia elemental,
latidos de unas ropas,
la rápida tristeza de una vela,
música cómplice, un rincón,
el peso y la medida del olvido.


* * * * *

Monólogo a dos voces

-Como un lento jarabe
que calienta la bóveda celeste,
la luz trama su incendio
y vuelven los colores a mis ojos.
¡Amanece! Éste es el primer día.


-Pero, idiota, qué asombro va a quedarnos
siendo el día que es: el siglo de los siglos,
ya se sabe, final de un gran banquete.
Miro por la ventana
y desde mi sensata finitud
no veo más que el sol
reemplazando a la noche, como siempre.

-¡Esa inmensa naranja
será limón después en las alturas.'
Puedo oler el rocío evaporarse,
los pájaros lo absorben mientras vuelan.
Me parece que estoy viendo un milagro.
Ha llegado el momento de dejarse morir
para nacer.


-Tranquilo, por favor, no desvariemos.
A poco que se estudie el curso de las cosas
se entiende que el milagro es una farsa.
En cuanto a la belleza,
hay un amanecer-digamos que sin nubes-
y nada en absoluto. Salvo morirse, claro.
Mejor sigamos con los pajaritos.

-¿ No tiene el alba un gesto
de diosa empedernida, muda, virgen?
En cuanto se fecunden sus resquicios
el mundo quedará alumbrado
y un ritmo nuevo empezará a estirar
sus versos como músculos.


-¡Hay que soltar los cirios,
la luz es un asunto de la tierra!
y de paso templemos un poco ese lenguaje:
bastante nos costó vestido de paisano.

-Como un jarabe hirviendo,
como el milagro de un poema...


-En fin... 

* * * * *

Ropajes

Decirte que te amo es una historia
de mustias obviedades.
Sería preferible que leyeses
amores novedosos,
canciones que mitiguen por las noches
tus raptos de inocencia.

Mis trajes de soldado no son más
que miedo a la batalla.
Y peores mis trajes de turista,
como si la aventura de las calles
pudiera seducirme.
Por si no lo sabías nunca logré emigrar,
sigo habitando en sábanas, las mismas
que humedecí de niño
cuando aún no te amaba y todavía
no había mojado tus sábanas.
Mi única destreza es protegerme.

Decirte que me ames es un pleito
de lenguajes más hábiles que el mío.
No sé nada de espejos,
no entiendo una sonata,
callar es la virtud que no merezco.
Ojalá te bastasen las delicias
de los mundos y las tardes
que no me pertenecen.

Decir te amo suele ser asunto
de obvias melancolías.

 

 

De "El tobogán" 1998-2001

Claudia en la Biblioteca

                                                               Para Rafael Espejo

Rebuscas en los libros
con un extraño afán de jardinera.
Delicada y ansiosa, de perfil me pareces
distinta cuando curvas las rodillas
y se tensan tus muslos
debajo del vaquero. Muerte lenta
contemplar, sin tocado,
el pequeño tatuaje en tu cintura.
Será mejor sufrir que describir los pechos:
¿quién se atreve a cruzar los toboganes
que unen la palabra con su tema?

Así que huyo
y finjo distracción.
Si volvieras la vista a quien te escribe
desaparecerías, y es demasiado pronto.
Sigue leyendo, Claudia.
Haces bien en amarte.

* * * * *

Iluminación

El alma existe.
                                Y huele
a sales y calor,
lleva un silbido impuro,
arde como la menta
y se pliega y se ciñe
a tu vientre.

* * * * *

Las orillas

                                                         Para Leopoldo Brizuela

Me es hermoso el desgarro porque une las orillas,
nos concentra
en desdoblamos siempre para poder ser uno.
(Es un número, el uno, que traiciona
cuando finge ser punto de partida).
Necesario el desgarro,
porque renuncia a hundirse
pero ama los pozos
y nos tiende sus manos como dos hemisferios.

Con el pulso ambidiestro
navego celebrando los puntos cardinales
que mudarán mi origen,
y sucede el naufragio porque debe
y la vida es el barco
y yo soy el ahogado y el mismo que me salva.

* * * * *

Líneas aéreas

Igual que cada vez al tocar tierra
confirmamos la vida
así, cuando te toco,
recomienza el amor.

Y así, tocando un lápiz, me son nuevos
el amar, la existencia,
las líneas en el cielo de una página,
el suave aterrizaje sobre un nombre.

 

 

De "Mística abajo" 2001-2007

                                                Para Delia, mi madre
                                                Para Erika, mi suelo

Casa fugaz

Somos iguales, tienes
la exacta fortaleza
que me hace en parte débil.
Sigue siendo difícil
en la casa terrena desnudarse.
¿Trascender? Eso intentan los solemnes,
como si dominasen el misterio
de habitar hasta el fondo este lugar
sin cederle terreno a las alturas.

Si te toco, artesana,
¿querrás estar aquí enteramente?
Durando en lo fugaz,
así transcurriría nuestra entrega.
Desconociendo cómo,
así nos buscaríamos.
Iguales en la duda. Enamorados
de la fragilidad de estas paredes.


* * * * *

Elogio del minuto

Aquí
por fin
descanso,
mi atención
no debe disiparse.
Un poco de distancia
tal    vez    la    estiraría,
pero si apreso el pasmo
y fuerzo demasiado las poleas
la emoción  dejará  de trasladar
estas pequeñas cajas con visiones.

Miro el pájaro próximo a la casa:
tembloroso en la fuente recomienda
beber con él sin vuelo.

* * * * *

Principio de la carne

Necesito la carne para amarte,
la carne enamorada, pero no
más allá de la tumba sino contra la tumba.
Tendido entre nosotros el temor
ha vencido su insomnio y se remansa.
¿Qué pensará la muerte ante la fiesta?
¿Pierde la compostura, suspende sus trabajos?

¡Antídoto, entusiasmo, derríbale las leyes,
ofrécele estos pechos de artesana
que señalan el norte y piden viaje!
Es lógico perderse, los guías se equivocan.
A veces el destino es blando y tibio y mueve
dos remos terrenales
que remontan la risa hasta el principio,
hasta el punto final de los comienzos.


* * * * *

Reloj de mar

Rotas horas, las olas.
Se anticipan,
se empujan,
se disgregan.
Recomienzan el cielo permanente.
En su justo engranaje nos emulan:
detrás alguien
siempre mira morir a alguien que mira.


* * * * *

Vaivén de gracias

¡Estar aún aquí
tan pegado a este suelo y respirando!
¿Cómo corresponder
la generosidad de los instantes?
Es posible que nunca alcance el don
de habitados sin más, ligeramente,
pero apenas el borde
¡qué dichoso me insiste, cómo, inmenso!
No he sabido llorar cuanto debía
y así voy viendo este vaivén de horas
sin saber dar las gracias, siempre en vilo.

 

 

Otros poemas

Ahora que no estoy...

Ahora que no estoy
me gusta más el viento cuando late
y la savia transcurre por los surcos,
me llega su apetito,
sus ondas abultadas
por cada objeto hermoso que atraviesan,
esos tímidos cuerpos musicales.
Pero no es más que un eco,
el eco en los jardines posteriores.
Hará falta alegrar esta canción,
por eso quiero fiesta en vuestro lado.

* * * * *

Aquellos dedos tuyos...

Aquellos dedos tuyos,
dormidos como en lana,
urdían la caricia y sus efectos.
¡Tocar era tan fácil
y tanto me abrigaba
desnudar esos dedos
para tejer muñecos temporales!
Ahora tejo tu sombra,
que no es poco tejer cuando se ha amado.


* * * * *

En la línea lejana del deseo...

En la línea lejana del deseo,
superficie de luces y corrientes,
se mantiene un velero a la deriva.
De ti depende el viaje o la zozobra,
su pesca o su destino,
la distancia que logre.

Izada, interrogándote, habrá siempre
una vela aguardando a que la mires.


* * * * *

Se parece a bucear, no tengas miedo...

Se parece a bucear, no tengas miedo.
Al fondo de las olas transparentes
hallarás más descanso que dolores.
Vibrarás en la nota de las aguas
y, como el diapasón de tu minuto,
podrás enumerar cada concepto.
Verás lo que no has hecho y sí deseaste
yeso perturbará la travesía.
Verás cuanto ofreciste o te ofrecieron
y todo volverá a dormir despacio
como el mar que te invade y se retira,
como el mar que se mueve y nunca pasa.


* * * * *

Te pesan las costillas y la nuca...

Te pesan las costillas y la nuca
y te pesan las horas, el aire trepa y cae por tu pecho,
se enreda en espirales, tu mano imprime surcos en la piel arenosa.
¡No te estás extinguiendo! Estás tan vivo
que has comprendido el hueco de la pérdida.
                                                                        Igual que un casco
volcado por el gesto repentino de un soldado al que asombra
la música de sangre de su propia metralla,
así pierdes el odio y queda a tus espaldas entre el fango.
Tus costillas, antílope, esconden un reloj:
te preguntas quién pudo darle cuerda.


* * * * *

Y que rápido vamos...

Y que rápido vamos,
ligera recompensa,
qué prisa iluminada.
El penúltimo paso es el más dulce.
Ojalá todos fueran el penúltimo.

 

 

Haikus

De dos en dos
me rodean los faros.
Perplejidad.

*

Redonda, quieta
en el raíl del metro
una paloma.

*

En el cristal
del coche, gotas frágiles.
Nunca entrarán.

*

Abrazo inútil
busca la joven hiedra
en el cemento.

*

Hoja caída
sobre el cristal del coche.
Envejecer.

*

Abandonado
zapato de tacón.
Mañana fría.

*

Un móvil suena
y nadie en la avenida.
Un móvil suena.

*

Breve llovizna.
El pavimento nuevo
abre pulmones.

*

Luna rodando
entre las azoteas.
¡Una ranura!

*

Una rodilla
se agita, descubierta.
Invitación.

*

Persecución.
En el retrovisor
la luna llena.

*

Aquí y allá
luz de mañana azul.
Son varios mares.

 

 

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